Si buscas en Internet recursos sobre magia, sin duda encontrarás muchas referencias a la “magia negra” o a la “magia blanca“. Algunos sitios promueven la magia negra como una forma particularmente potente de magia, mientras que otros advierten contra su uso, presentándola como negativa o dañina, es entonces que se ve como una violación a la principal regla de la magia: “no dañar a otros”.
Algunos brujos creen que existe tanto la “magia negra” como la “magia blanca”, y que los magos sólo practican la magia blanca, que es beneficiosa y positiva, no causando ningún daño a ningún ser vivo. Según este concepto, los magos entran en la categoría blanca, mientras que los que eligen hacer daño con su magia son brujos negros. Pero, ¿qué es realmente la magia “negra”? ¿Son reales estas distinciones y, si es así, de dónde vienen?
La magia negra: una magia con mala reputación
Hace siglos, las fuerzas cristianas empeñadas en dominar las culturas paganas etiquetaron cualquier práctica religiosa o espiritual no cristiana como “magia negra”. Aquellas personas que en un momento dado de la historia desempeñaron algún papel respetado dentro de sus comunidades como “adivinos” o “hechiceros” fueron catalogados como magos negros o brujos. Una vez que la Iglesia iniciara su cruzada, acabaron por ser considerados como malvados y se les culpó de todo tipo de desgracias, como las malas cosechas y la muerte de los animales de granja.
Las mujeres, en particular, eran acusadas de invocar demonios y desatar fuerzas malignas sobre sus vecinos, y se creía que había quienes realizaban maldiciones por encargo. A estas personas se las conocía como “brujas”, y se pensaba que tenían grandes poderes, y ninguna conciencia moral.
Si la gente creía que era víctima de una maldición, buscaba a alguna bruja que se dedicara a la magia blanca para que le ayudase. Cualquier tipo de mala suerte que padeciera una persona, incluida alguna enfermedad o lesión era considerada como resultado de la magia negra y las maldiciones.
Las supersticiones se tomaban mucho más en serio en los siglos anteriores a que los campos de la ciencia y la medicina avanzaran lo suficiente como para ofrecer explicaciones racionales a todo tipo de cosas. A esto tenemos que añadir la gran cantidad de propaganda negativa que utilizó la Iglesia cristiana. Todo esto hizo que aparecieran historias extravagantes de brujas que convierten a la gente en sapos y hierven a los niños en calderos. Todos estos conceptos negativos relacionados a la magia negra se siguen conservando hoy en día.
La intención con la que se realice es lo más importante
Afortunadamente, hoy en día las personas se encuentran mucho más informadas al respecto de la naturaleza de la magia, y la mayoría de ellas entiende que los viejos mitos sobre las brujas son sólo eso: mitos. Sin embargo, la creencia y noción de que la magia negra es maligna aun está latente en las personas.
Esto ha conseguido que aun hoy en día hayan personas que siguen criticando estas prácticas. Inclusive, aun hay personas que se hacen llamar “brujos” y que alimentan estas falsas creencias.
La magia es simplemente magia
Mientras que algunos magos pueden considerarse a sí mismos como “brujos blancas” que practican “magia blanca”, otros no hacen distinción entre blanco y negro en este sentido. Su intención encaja con el “no hacer daño a nadie”, o no, pero asignar un color a la magia en sí parece ilógico para muchos. Después de todo, los colores, incluidos el blanco y el negro, se utilizan con frecuencia como herramientas en la magia, como vemos en la práctica de elegir velas y cristales según las asociaciones mágicas de su color.
Y el negro es un color asociado con el poder y la protección, entre otros atributos, a los que toda bruja tiene derecho. Por supuesto, si estos términos tienen sentido para ti, entonces siéntete libre de usarlos, pero ten en cuenta esta sabiduría: no es la “etiqueta” que le pones al hechizo lo que lo hace correcto o incorrecto, sino la intención con la que lo lanzas. Así que si te interesa el tema, no tienes nada de qué preocuparte, con el hecho de no dañar a otros, no tienes porqué entrar en un dilema moral.